Estos poemas han
existido sueltos, separados en diversos lugares, algunos escritos desde 1965.
Testimonio de vivencias, cotidianismo, humor, congoja, descripciones, desvelos,
confesiones y ganas de vivir. Versiones de interiorismo y ver afuera, son poemas
costeños –Trujillo, Lima- que cerraron al parecer un ciclo personal. Ahora en
Cajamarca estoy escribiendo sobre el paisaje y el hombre de esta tierra. No sé
si salvarán, si cambiarán las cosas, pero son de todos modos una manera de
hablar, una señal de vida, sensualismo, idealismo en una poesía “narrativa”,
una insatisfacción en este viejo placer, mi vicio solitario.
Manuel Ibáñez Rosazza
Manuel Ibáñez Rosazza
PASATIEMPO
Escribo este poema
el 25 de mayo de 1972
es decir,
hoy,
es decir el último día
de mi vida,
es decir
hasta el día de hoy,
y aquí me tienen
poeta a escondidas
lexical vicio solitario
en esta habitación,
de codos en la mesa,
sobre
la tierra, a un lado
del
universo, para escribir
este poema
del tiempo,
como matándolo un poco
sobre la vida,
pero deténgase la
depresión
existencial,
señoras neuronas
coordínense por favor,
sosiéguese el lapicero
para concederle a la
mano derecha
y a todo el resto
UN POCO MÁS DE TIEMPO Y
DE VIDA
siquiera hasta mañana,
por lo pronto se los
concedo
a esta máquina íntima
que no sabe, como todos
nosotros,
que sabemos que no
sabemos
lo que nos tocará
después,
porque empiezo a darle
nueva cuerda al reloj
otra vez
porque no puedo escapar
a sus agujas
a puro pulso
sobre el pulso
y sobre mí.
LA VENTANA
Tras de mi casa quedaba
mi cuarto
y en la pared de mi
cuarto había una ventana
y en el fondo de esa
ventana veíase una montaña.
Mi casa era un lugar
hermoso
con su número en la
puerta, sus geranios.
yo llegaba a mi casa y
entraba a mi cuarto al fondo
y poníame a mirar a
través de la ventana esa montaña.
Cuántas veces como en
sueños yo trepaba hasta su cumbre
para observar desde
allí los techos ocres y planos de mi ciudad natal.
Bajo los techos
adivinaba a todos mis amigos
en sus bolsillos
descubría sus cartas
y en sus cartas sus
amores y sus penas tempranas.
Recuerdo los muebles
pesados y oscuros de la sala,
los retratos, las
cortinas tejidas a crochet,
el comedor con sus
limpias cucharas boca arriba
a donde alguien nos
llamaba a la mesa y todo
era como una jaula de
alegres pájaros.
Recuerdo los cuadernos
del colegio y mi camisa
recién lavada como una
bandera en el cordel
y en mi cuarto los
versos y la noche desnuda de astros
descendiendo de esa
montaña en un puñado de inviernos y veranos.
Hoy he vuelto otra vez
después de años a esta casa
y ya no hay nadie,
algunos se han ido, otros de han muerto
y yo soy como un
fantasma entre llaves, telarañas en la lámpara
un espejo rajado y un
silencio como un puente
que me dice que ya no
tengo mis dieciséis años.
Todos hemos ido a
caminar, a dar una vuelta sin fin.
Pero no, en esta vacía
soledad alguien no ha querido irse:
En el fondo hay un
cuarto, en su pared una ventana,
y en el fondo de esa
ventana todavía hasta ahora una montaña
que no ha querido irse,
nunca más.
COMPUTADORA PORTÁTIL
CON MEMORIA
No hablamos de la
memoria así porque sí,
porque, vamos, me puedo
olvidar de
muchas cosas,
el botón del saco, la
limpieza de las uñas,
el número de huesos del
esqueleto,
la apenas noche de unos
ojos fugaces,
el nombre de quien me
saluda,
el nombre científico de
la rosa,
pero
no me pude olvidar,
no me puedo olvidar,
no me podré olvidar
del rostro más triste,
más agrio,
más ácido,
más amargo,
que vi cierta tarde,
el rostro de un
muchacho vendedor de helados
que se había sentado al
borde de la vereda
con las manos colgadas
de la tarde
y de su única moneda.
En la carretilla
había además una caja
ofreciendo caramelos y
chocolates
qué amargura,
qué pesado desencanto
por la dura vida,
en medio de
esas frágiles y livianas
dulzuras
de ese muchacho
que había transitado
calles y ansiedades
como un gorrión
soleado y fatigosamente
sudoroso.
FUENTE: Ibáñez Rosazza,
Manuel. s/f. "Poemas casi últimos (Selección)". Lima, Perú: Lluvia
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