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Julio Ramón Ribeyro (sin lugar a dudas, el mayor de los cuentistas peruanos) no pudo asistir al II Encuentro de Narradores peruanos que se realizó en Cajamarca en 1971. Sin embargo, envió su voz en una grabación. Este breve testimonio da cuenta de los elementos familiares que determinaron su vocación, y de cómo el escribir llegó a ser su forma de pensar y de existir en el mundo. 



La madre de Julio Ramón fue doña Mercedes Zúñiga Rabines, cajabambina netaSobre su genealogía, Daniel Sáenz More (2015, 29 de enero) anota:
“La madre de JRR fue la cajabambina doña Mercedes Zúñiga Rabines, hija de don Emilio Zúñiga i doña Amable Rabines. Los primeros Rabines (o Ravines) se establecieron en Gloriabamba en el siglo XVII. En 1928, doña Mechita se casó en Lima, donde trabajaba en una entidad bancaria, con don Julio Ramón Ribeyro Bonello. JRR tenía entonces parentesco con Eudocio Rabines, héroe de la Guerra del Pacífico, i con su hermano Belisario, combatiente en San Pablo i posteriormente prefecto de Cajamarca en las primeras décadas del siglo XX”.
A continuación reproducimos el testimonio de Julio Ramón recogido en el libro «Segundo encuentro de narradores peruanos» (INC, 1988), publicación basada en las actas del congreso de narradores peruanos realizado en Cajamarca, hacia en 1971. Lo hemos titulado:


«ESCRIBIR, PARA MÍ, ES UNA FORMA DE PENSAR»
Créanme que ha sido para mí una verdadera decepción y una frustración el no haber podido asistir al coloquio de narradores de Cajamarca. Mi decepción tanto más grande cuanto que el viaje había sido previsto y decidido con mucha anticipación, y yo me había hecho la ilusión de conocer esa parte del Perú de donde provienen mis antepasados maternos. Pero una crisis de salud de última hora me impidió el estar unos días con ustedes, en vista de ello me he permitido recurrir al expediente de la grabación para colaborar aunque sea en forma oral, vicaria en el desarrollo del coloquio. Va pues, para ustedes, mis mejores deseos por el éxito del encuentro y mis más cordiales saludos.
Yo creo que debo empezar por pedirles disculpas porque yo soy un pésimo expositor, orador e improvisador. Yo tengo mucha admiración por la improvisación, lo que considero una de las formas más vistosas de la inteligencia. Desgraciadamente, en mi caso, la improvisación se da más bien en el plano de la escritura y no en el plano de la expresión oral. Por otra parte, me siento un poco corto por tener que referirme en esta breve introducción a mi propia persona. Siempre que he escrito sobre mí mismo he expulsado personajes interpuestos, delegados de mí mismo que se encargan de expresar lo que yo pienso y siento, pero nunca me he expresado directamente como personaje. En realidad, lo que quisiera decirles ahora, muy brevemente, es por qué soy un escritor y qué cosa es, en realidad, lo que he escrito y lo que tengo proyectado.
Ser escritor depende de una serie de circunstancias, muchas de las cuales son necesarias y otras puramente accidentales. En mi caso, creo que mi vocación de escritor estuvo sustentada en la educación familiar. No he tenido muchos profesores de literatura, pero he tenido solamente un maestro y ese maestro fue mi padre. Mi padre era una persona extremadamente instruida, de una gran fuerza espiritual y que como autodidacta había logrado adquirir una gran cultura literaria. Recuerdo que desde niño, mi padre en casa nos leía, a mis hermanos y a mí, libros que entonces solamente leían los mayores. A los diez o doce años nos leía ya El Quijote, nos leía cuentos de Maupassant, nos leía fragmentos de Los miserables de Víctor Hugo y a través de esas lecturas fui adquiriendo una especie de gusto y de interés por la literatura. Más tarde recuerdo que, cuando ya era un poco mayor, mi padre nos daba dinero los sábados, a mi hermano y a mí, para que fuésemos a adquirir libros, y nosotros viajábamos a Lima con este dinero, entrábamos a las librerías y escogíamos al azar cualquier libro y, cuando llegábamos, mi padre comprobaba esas adquisiciones y nos decía inmediatamente si era una buena o una mala compra. En esa época, naturalmente, yo leía y compraba libros de los autores de aventuras y de folletines como el caso de Dumas, de Verne, de Salgari. Y mi padre permitía y toleraba ese tipo de lecturas, pero recuerdo que un día me dijo que hay un escritor que se llama Balzac y hay un escritor mejor que Balzac que se llama Flaubert, y hay un escritor mejor que Flaubert que se llama Stendhal, y hay un escritor mejor que Stendhal que se llama Proust, y de ese modo abrió para mí un panorama de lecturas verdaderamente ilimitado. Esa, yo creo, ha sido una de las circunstancias principales que fomentó mi vocación de escritor. Al mismo tiempo, han sido circunstancias de tipo únicamente accidental, encuentros con colegas en la Universidad.
Yo empecé a escribir relativamente joven, cuando tenía catorce o quince años, y escribir era entonces, para mí, una especie de acto prohibido, de acto solitario que no comunicaba a nadie, pero de pronto al entrar a la Universidad descubrí que había una serie de jóvenes que compartían esta mis vocación oculta, y esa comunicación con esos jóvenes de mi generación, que no nombraré en estos momentos, fortificó igualmente mi interés y mi vocación por la escritura. Al comienzo, escribir era para mí una especie de refugio o de evasión, me sentía frente a mis otros camaradas, por ejemplo en el colegio, con una especie de inferioridad. Veía, a los otros, más fuertes, más aplicados o más afortunados y yo decidí dedicarme a una tarea en la cual fuera prácticamente imbatible, es decir, hacer algo que los demás quisieran y no pudieran hacer. Y fue así como, al comienzo, escribir fue para mí una defensa y un refugio. Pero los motivos de escribir, evidentemente, se van cambiando con la vida, después escribir se convirtió para mí en una costumbre y, finalmente, como lo es en la actualidad, escribir es para mí una forma de pensar.
El primer libro que escribí es el libro de cuentos Los gallinazos sin plumas, que fue escrito en Europa en el año 1954. Se trataba entonces de transcribir o trasladar el barrio donde había vivido, el barrio de Santa Cruz, en Miraflores, teniendo pues en esta forma programado pensar en función de los personajes que había conocido en mi barrio. En esa época Santa Cruz era casi una aldea, habían unas diez o quince casas y habían solamente dos tiendas, una pulpería y una chingana. Ahora que he paseado por Santa Cruz me he dado cuenta en qué forma se ha transformado y se ha convertido ya realmente en una ciudad dentro de la ciudad. Ese libro lo escribí en París, el primer año de mi llegada a Europa, las circunstancias que determinaron su escritura son accesibles y no las mencionaré.

Referencias:
Daniel Sáenz More. (2015, 29 de enero). Brevísima genealogía cajacha de JRR…[Comentario de Facebook]. Obtenido de: https://www.facebook.com/alfredoalcald/posts/10205783704770842?comment_id=10205795686030366&notif_t=like
Instituto Nacional de Cultura de Cajamarca. (1988). «Segundo encuentro de narradores peruanos». INC-Editores. Lima, Perú.

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