Blogger Template by Blogcrowds.




FAUSTA
Ella celebra un funeral
y no sé quién ha muerto
si yo dentro de ella
o ella dentro de mí.

A veces sonríe
con la mirada extraviada le ofrezco una flor blanca
las palabras se hacen nada en el vacío de su nombre
su nombre que a veces dice tanto,  queda descalzo.

Corazón encendido de dolor
piernas cercenadas
¿Quién eres tú?
tú serías todo si quisieras
pero en mí eres la entelequia que atesta
la espada que me amortaja.

Ombligo mío
prescíndeme de la lista
borra mi nombre del registro
cordón hecho cadenas 
auséntame de tus penas.

Mujer
me das la espalda como queriéndome olvidar
pero algún grito de madre pariendo te traslada hacia mí
¿acaso algo falta cuando ya no anido en tu trenza?
que escucho tu voz indagando por mi sombra
acertijo crucificado
Tierra que no codicio

Sólo te siento cuando agobias mi corazón
cuando lo tomas y haces de él un limo de tristeza
cuando estrujas mi sangre y la empalideces
porque de tanta desolación que milita en tu recuerdo
de pronto estalla el olvido

Llevo noches cubierta de fuego y agua de azahar
porque los recuerdos que detonaron en la hoguera del olvido
regresan certeros
como pedradas en la frente
entrañas sacudidas sin piedad
que nos hacen concluir
allí las dos juntas
de espaldas
en el sepulcro.


BAJO CERO
Impregnada queda
la desolación de estar bajo cero
días en que me pongo el traje al revés
y resbalo con la cáscara del que me antecede
la otra parte sonríe
goza
impotente solo miro
con lágrima de río.

Días en que sobro en todas partes
se está demás en la tierra infinita
los huesos estorban
toco una puerta
y no puedo entrar por el techo,
ni  un agujero alcanzo.

Días infectados de lepra
pero ni los leprosos llaman
abran  un poco del espacio
sólo una silla donde sentarse
un rincón donde dormir
un cajón donde cruzar los huesos
la renta
el tributo
la ofrenda
son pedradas que de arriba caen
lapidan
es castigo por osar existir
por acompasar el cortejo de la respiración.

Busco el bolsillo y quedo manca
el frío
el frío
el frío me cala
en el fondo no hay sitio
anudarse la garganta fuerte
muy fuerte.


ENTREMISPIERNAS
A mi perro
Sospecha que soy la puta de Caylloma
una hora antes
cien falos expiraron en mi pubis
imagina que todos los hombres se complacieron entremispiernas
y gocé orgasmos con las  mestizas, las blancas y las negras

“Apresúrate, tocan la puerta”
la cola es larga, y el papel higiénico caro
otro hombre con urgencias de mono
jadeante como perro
deambula su mirada al compás del chirriante vaivén de la portezuela
-como tú -
que recorres con esa lengua versada
el botón rojo que palpita yuxtapuesto al tatuaje

Me nace el talento de la puta de Caylloma
en Lima hace frío pero  la putería lo calienta todo
el lunar de mi pecho  contabiliza los minutos
que circulan como cuerdas
en la habitación de paredes de papel
hay un hombre y otra mujer que gimen
buscamos un agujero donde filmar
a la salivada Eva engarzada al macho.

Y sin dolo, como diría el juez
que se abanica con billetes coimeros en el Parque Universitario
terminamos sentados en la última banca de La Merced
agradecemos  por  volver a ondear  los faroles de Quilca
de paso prometo ya no sentir cosquilleos en el capullo
-que presiono para amordazarlo-
“Padre nuestro que estás en mi cielo...”
el murmura “puta”
incrusto mi lengua en el orificio de su oído y  le susurro “perro”
Mientras la virgen nos sonríe.


HILVANAR PASOS
Tengo una manera callada de existir
un hálito de aire para respirar
silenciosa manera de hilvanar pasos
como no queriendo
animar el fuego atroz de este mundo,
estoy en la esquina del ataúd
acariciando mi seco hueso
donde el tiempo a cada segundo carcome mi piel,
prefiero el  silencio a su voz
puede escuchar la hiena
y reclamar mi alma
los buitres olerme
y habitar mi sien .

Quiero la noche más oscura
no tomaré el pan que no merezco
ni besaré tus labios pidiendo perdón por ello
puede al fin sucumbir el sol en su abismo
agonizar la noche en su eternidad
igual mi casa permanecerá como un panteón
sembrado de túmulos lúgubres
de difuntos sin nombre
que nadie tiene ya el recuerdo
no tienen velas
ni oración maldita
ni corona roja en su día.

Mi cuerpo es un cementerio
de muralla de piedra
lapidas de puta Magdalena;
los muertos se cobijan en mi
hay muchas tumbas subyacentes
que se escapan por mis dedos
en la mirada
en una noche contigo
que terminamos oliendo
a fétido mortuorio.

***
Zoila Capristán (Cajamarca) estudió Ciencias Contables y Financieras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Derecho. “Bajo cero” (Vagón Azul Editores, 2010) es su ópera prima. En 2013 codirigió el documental “Leoncio Bueno: Entre el Fusil y las Rosas”.




Por Daniel Sáenz More*

Numerosa pero desigual producción editorial en el año que pasó. Se sembraron vientos y cosecharon algunas tempestades gracias a unos cuantos autores, editoriales i obras que destacaron entre las letras nacionales, contribuyendo a arrojar un balance positivo sobre las publicaciones cajachas. Sendos reconocimientos para la escritura de mujeres cajamarquinas que en 2018 fueron llenando un vacío de años i para el valioso trabajo literario realizado por intelectuales cajamarquinos en las provincias i en otras regiones del Perú. Menciones especiales para el “VII Festival de Pechada, Triste, Yaraví y Cashua”, realizado en Chota, por incentivar la oralidad de los pueblos, aunque sería recomendable publicar las participaciones (igual que los concursos de coplas de carnaval de Cajamarca); para los concursos “Vanguardia Literaria Cajamarquina” i el “Huauco de Oro”; i para los promotores de los homenajes a Miguel Garnett, José López Coronado, Noé Zúñiga Gálvez i Luzmán Salas por sus brillantes trayectorias educativas, literarias i culturales.
Cajamarca intentó aprovechar su III Feria del Libro (Felicaj), pero estuvo ausente en las demás ferias nacionales, con excepción de algunas obras publicadas por editoriales independientes (Lluvia, Bracamoros i KN). De otro lado, los esfuerzos del Gobierno Regional convocaron una mediana atención de participantes en los concursos regionales, pero 2018 no pudo ocultar la inexistencia de una amplia política cultural que, entre otras tareas, incentive la lectura, creación, investigación, distribución, etc. Sin una política cultural que coordine con otras entidades, los esfuerzos serán casi vanos. En ese sentido, la necesidad de crear un Fondo Editorial autónomo, con una “Biblioteca Cajamarca”, es decir, de autores i temas vinculados con nuestra región, se abre como una posibilidad para encaminar la centenaria producción editorial cajamarquina hacia mejores puertos i lectores. Temas como estos deberían estar en las prioridades de las nuevas autoridades con miras a la celebración del Bicentenario patrio.
Este recuento bibliográfico es sólo eso: una cosecha de libros que pretende reconocer aquellas publicaciones de cajamarquinos o sobre Cajamarca que sobresalieron a nivel regional i nacional. No es un ranking ni pretende un balance crítico de libros publicados desde fines de 2017 hasta diciembre de 2018. Inevitablemente, no son todos los que están, ni están todos los que son.

POESÍA
Un lugar principal merece la publicación de “Obra completa. Poesía” (UNMSM Eds.), de Yolanda Westphalen (Cajamarca, 1920 - Lima, 2011), dentro de la serie “Clásicos sanmarquinos”, todo un suceso nacional que pasó inadvertido en Cajamarca, pero representó la revaloración de una voz imprescindible en las letras iberoamericanas. Todo un acierto editorial el recoger en 400 páginas un estudio introductorio, los nueve poemarios conocidos i otros inéditos.
Con “El viento y la piedra” (Ed. Praxis, México), simbólico diálogo de dos elementos ligados a la cosmovisión andina, Carlos Ernesto Cabrera Miranda ganó un certamen poético internacional convocado en México i consolidó a su autor como la más importante carta cajamarquina del 2018 ante la lírica nacional, al igual que Guillermo Torres Ruiz por el poemario “Entre la memoria y la nostalgia” (Eds. Derrama Magisterial, 2017), ganador del concurso nacional “Horacio Zeballos 2014”, que reflexiona sobre las amenazas de la humanidad ante la globalización. Una agradable sorpresa vino de Cutervo en los versos de Juan Oblitas Carrero, quien obtuvo el primer premio en poesía en el Concurso “Vanguardia Literaria Cajamarquina 2017” por el cálido libro “Sueños albos” (Eds. Gobierno Regional) que busca trascender el sentimiento telúrico con los recursos de la poesía castellana; la segunda versión de este concurso (2018) premió la sencillez epigramática i llena de ecos románticos de “El jardín de las poesías” (Eds. Gobierno Regional), de Milton Bravo Ordaz. Un elaborado poemario que no puede pasar desapercibido es “La hora de los demonios” de Carlos Campos Vásquez, integrante del grupo Wayrak de Chota.
Otros poemarios dignos de mención son “Flechazos de graffiti verbal” (Martínez Compañón Eds.) de Miguel Garnett, poemas de denuncia social sobre los acontecimientos sociales cajamarquinos; “La ventana de Julieta” (Ed. del autor), del celendino Juvenal Vilela, con versos de profundo intimismo para construir un idílico personaje; “Azul de luna” (Servicom Brophy Eds.), de Glendy Ramos, que reitera la inclinación romántica i modernista de esta conocida promotora cultural; “El tiempo de tus huellas en la arena” (UNC i Martínez Compañón Eds.) de Daniel Santos Gil Jáuregui; i “Trasgresor de sombras” (Eds. Pelícano) de Javier Villegas.
Entre las antologías poéticas merecen una especial mención las dos realizadas por Luzmán Salas, quien recibió sendos homenajes en la Felicaj 2018 i en el Encuentro Nacional de Literatura Infantil i Juvenil (APLIJ) realizados en Cajamarca: “Mario Florián. Homenaje Centenario” (Eds. Gobierno Regional, 2017), una necesaria edición del gran clásico de la literatura peruana en el centenario de su nacimiento, i “Vallejo Iluminado” (Eds. Upagu), didáctico aporte cajamarquino a los actos por el centenario de publicación de “Los heraldos negros”. Jorge Díaz Herrera presentó “El Eguren que no es” (Eds. Upagu), obra que se convertirá en lectura obligada para comprender los referentes sociales i políticos, que se mantuvieron invisibles para la crítica, en la obra del gran poeta simbolista peruano.
En el ámbito regional es menester destacar las selecciones poéticas “Herederas del viento” (Ed. Agrupación de Escritoras Norteñas), que recogió con afán divulgatorio cerca de 70 voces femeninas de toda la región i otras tantas del nororiente peruano, i “Kunturmasha. Libro de Oro” (Ed. del compilador), una antología de más de 80 poetas de Contumazá realizada por Ruperto López Alva, que reunió autores clásicos de nuestras letras (Mario Florián, Marco Antonio i Oscar Corcuera, Fidel Zárate, etc.) i otros que permanecieron ocultos en el tiempo.
En literatura infantil destacaron Doris Carranza Gálvez con “El cuy Anastasio y sus amigos”, “Mascotitas” i “El burrito Ramses y sus amigos” (Ed. San Marcos); i Javier Villegas “Volatineros del alba” (Ed. América), “Caza Palabras” i “Cuentos del Piche” (Ed. La Torre).

CUENTO
Encabeza este recuento narrativo el libro “Fatum” (Ed. Axiara, EE UU), un conjunto de 24 relatos escritos con buenos recursos técnicos i caracterización de personajes que ubican a Manuel Guerra en un sitial preferente entre los autores peruanos del siglo XXI. Escabel adjunto, el hualgayoquino William Guillén Padilla, uno de los maestros de la minificción, quien cerró el 2017 con “Cuentos para Zuva” i “Cien llamas en el llano. Homenaje a Juan Rulfo” (KN Eds.), desplegó una serie de situaciones i personajes para convertirlos en motivos literarios con un marcado tamiz poético, particularmente en “Inkacuentos” (Ed. Mesa Redonda), trabajado libro de ficciones sobre el pasado cultural precolombino. Desde Chota, José López Coronado, otro de los altos referentes de la minificción peruana, convocó el interés de los lectores nacionales por “Desde el otro lado de la luna” i “Pico de botella” (Wayrak Eds.).
Con solventes cualidades estilísticas, Ricardo Vera Leyva presentó “Al pie del muro (y otros cuentos)” (Ed. Hiato) para mostrarnos los caminos del conocimiento. Igual derrotero siguió el consagrado Carlos Ernesto Cabrera Miranda en “El venadero y otros cuentos” (KN Eds.), en los que retomó su preferencia por narraciones de mundos misteriosos i paralelos premiadas en numerosos concursos. Javier Farfán Cedrón, con “Una tarde de nubes coloradas y árboles de sombre azul” (Eds. Gobierno Regional, 2017), i Willy Miranda Quiroz, con “Réquiem por Jim” (Eds. Gobierno Regional, 2018), demostraron con creces ser merecedores de los premios del concurso regional “Vanguardia Literaria Cajamarquina”.
Las sorpresas vinieron del escritor i editor liberteño Carlos Vega por “La leona de Kumullca y otros cuentos ecológicos” (Ed. del autor); i de la madurez narrativa de Elmer Castillo en “Castillo de cuentos” (J & O Eds.). Dos libros recomendables de años anteriores que circularon en 2018 fueron “El bosque invisible” (Ed. Cajamarca, Identidad y Cultura), de la contumacina Yesenia Mostacero Terrones, i “Benito Vena’o, un corazón azul lleno de árboles” (Indómita Eds., Costa Rica) del bambamarquino César Mejía Lozano, destacado cultor de la minificción que también publicó “Panza de perro” (Ed. Maribelina, Casa del Poeta Peruano). Un infatigable Guillermo Bazán Becerra continuó su apuesta por la edición digital con “Muriendo sin apremios” (Ed. Cajamarca, Identidad y Cultura), cuentos i poemas de carácter moralizador.

TEATRO
Celendín fue la cuna del gran dramaturgo nacional de corte social Grégor Díaz, i mientras esperamos una edición completa de su obra i las representaciones necesarias, tenemos que destacar la labor de la Sala de Teatro del grupo Algovipasa’r, fundamental para llenar los escenarios de la ciudad del Cumbe, así como la publicación de las dos obras premiadas en el concurso “Vanguardia Literaria Cajamarquina” que fueron publicadas con el sello del Gobierno Regional: “¡Dale, Zurdo!”, un ring de box llevado a las tablas por Estuardo Villanueva, reconocido actor i dramaturgo; i la existencialista “Signos del pantano”, primera incursión en el género del poeta Doan Ortiz Zamora.


NOVELA
Una de las novelas históricas mejor consideradas por la crítica nacional de 2018 fue “El espía del Inca” (Lluvia Eds.) del limeño Rafael Dumett, cuyo entramado se lee a manera de un quipu de colores que revive los dramáticos momentos de la captura de Atahualpa en Cajamarca. La acertada reedición de “Cañadas oscuras” (Martínez Compañón Ed.) de Miguel Garnett nos trasladó a la Cajamarca de los años de la guerra del Pacífico. También llegó “Génesis. Crónica de una familia” (Arkabas Ed.), nueva entrega de la joven i prometedora Evelyn García Tirado, en cuyas páginas se revive el clima, costumbres i espíritu de una familia de San Marcos desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Desde las faldas del mítico apu Ilucán, Juan Oblitas Carrero mostró su faceta narrativa en “Ángeles de otoño” (Eds. Gobierno Regional), historia de un amor adolescente que enfrenta al destino; el autor obtuvo con esta obra el premio de novela en el concurso “Vanguardia Literaria Cajamarquina 2018”.
Con menores pretensiones técnicas, mencionamos las dos novelas del jaenense Eduardo Cajandilay Díaz: “Querida mamá, dame una segunda oportunidad” i “Soy un anciano, puedo ser tu espejo” (Ed. Bracamoros); “La metamorfosis del hermano Hilario” (Ed. Pachakuteq), del sanmarquino Lidio Abanto Marín; “El hogar deshecho” (Ed. del autor), de Alejandro Angulo Bada; “Chasca. Novela del Ande”, escrita al alimón por los contumacinos Gladis Cabanillas i Ruperto López Alva; i “¡Entre ella y yo, el diablo se metió!” (Ed. Bracamoros), de Giomar Guevara Barón.

TRADUCCIÓN
La novela "El rincón de los muertos" (Textual Ed., 2014), del celendino Alfredo Pita, considerada como la obra literaria que mejor refleja los años del terrorismo senderista i de Estado, fue traducida en 2018 al francés bajo el título de "Ayacucho'" (Ed. Métailié, traducción de René Solís). Fue también su novela "El cazador ausente" (Lluvia Ed. 1994; Seix Barral, 2000), ganadora del premio internacional "Las dos orillas" (España, 1999), la anterior obra de un cajamarquino traducida a varios idiomas.







HISTORIA & ARQUEOLOGÍA
2018 fue un buen año de difusión de magníficas publicaciones, ante esto urge formar un grupo académico de investigaciones en historia i ciencias sociales. Gracias al trabajo compilatorio de la antropóloga sanmiguelina Haydée Quiroz Malca, se editaron los dos volúmenes de investigaciones referidas a Cajamarca (siglos XVI-XX) del célebre historiador Waldemar Espinoza Soriano: “Miradas etnohistóricas a Cajamarca” i “Cajamarca otras miradas etnohistóricas” (Eds. UNMSM), cuyas presentaciones atrajeron el interés de la ciudad del Cumbe e incluso el primero se convirtió en el libro más vendido en la Felicaj 2018. Por su parte, Evelio Gaitán Pajares presentó un acercamiento a la historia económica regional a través del estudio de la producción agropecuaria i comercial en “Cajamarca siglo XX. Auge y crisis 1900-1993” (MPC & Martínez Compañón Eds.), i el doctor Julio Sarmiento publicó sus investigaciones sobre las relaciones ente la Iglesia i la sociedad en las “Cofradías en Cajamarca, siglos XVII, XVIII y XIX” (Eds. MPC).
Otro importante libro con admirables enfoques sobre Cajamarca i el norte peruano fue “Historia económica del norte peruano. Señoríos, haciendas y minas en el espacio regional”, editado por Carlos Contreras i Elizabeth Hernández (BCRP, 2017), con prolijos artículos de Susana Aldana, Lewis Taylor i Susan Elizabeth Ramírez, entre otros. Por su parte, el arqueólogo santacruceño Quirino Olivera Núñez editó “Jaén, arqueología y turismo” (Eds. Municipalidad Provincial de Jaén & Yanapay Andina), valiosísimo compilado de varios autores sobre las culturas del Alto Marañón.
Además, José Rodríguez Villa presentó “Una historia olvidada: El viejo pueblo ‘San Miguel de Catamuche’ en Cajamarca” (Eds. UNC), una interesante propuesta que lleva a pensar en el emplazamiento original de este pueblo décadas después del paso de Francisco Pizarro; David Lezama Abanto publicó una interesante investigación sobre el distrito sanmarquino de “Chancay… 500 años de historia” (Eds. Pardys); i en “Cajamarca y Chachapoyas. Nexos sociohistóricos” (Martínez Compañón Eds.), Tito Zegarra Marín desplegó sus conocimientos multidisciplinarios que acercan ambas regiones separadas por el río Marañón.

INTERCULTURALIDAD
Entre las obras que ondearon las banderas de la educación rural, lingüística, lectura i análisis de textos, destacó sobremanera la excelente edición de Mathias Urban i Rita Eloranta Barrera-Virhuez del centenario manuscrito “Diccionario etnográfico de la costa y sierra norte del Perú” (Eds. UPRG i UNMSM), de Hans Heinrich Brüning, obra que prende luces sobre las relaciones lingüísticas entre Cajamarca i Lambayeque. Le siguieron el valioso “Diccionario bilingüe. Diccionario de palabras y expresiones quechuas. Variedad Cajamarca Costeño”, de Dolores Ayay Chilón (Ed. UGEL Cajamarca); la reedición aumentada de “Pizarra de aire. Reflexiones sobre educación rural y cultura” (Lluvia Ed.), de Esteban Quiroz Cisneros; las aproximaciones sociolingüísticas de Gian Sáenz en “¿Ashuturarse o acuclillarse? Estampas quechuas en el habla de los cajamarquinos” (Eds. MPC); “Conociendo mi comunidad, fortalezco mi identidad. Guía de contenidos históricos, culturales y turísticos de la provincia de Hualgayoc”, de César Mejía Lozano; i la guía metacognitiva para la lectura de textos infantiles “Caminante, sí hay camino”, de Antonio Goicochea.
La trayectoria de Alfredo Mires Ortiz, asesor ejecutivo de Bibliotecas Rurales de Cajamarca (red con 47 años de existencia, más de 150 publicaciones i presencia en 12 provincias de Cajamarca i en Huamachuco, La Libertad), fue reconocida en agosto pasado con el premio nacional “Jorge Basadre Grohmann”, otorgado por la Biblioteca Nacional del Perú en su 197 aniversario i entregado por la Ministra de Cultura “por su contribución a la promoción, desarrollo de bibliotecas y el fomento a la lectura.” Bibliotecas Rurales presentó en 2018 tres libros con miradas campesinas: “Co-Libris: Proyecto de lectura y animaciones pedagógicas”, “Somos y hacemos. Guía de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca”, que documenta la historia, principios i metodología de la Red, i “El derecho a la esencia: niños, derechos, comunidad y torcidos”, una particular declaración de los derechos de la infancia a partir de las experiencias campesinas.

FORESTACIÓN & ETNOBOTÁNICA
La presentación del voluminoso libro “Porcón. Medio siglo de forestación en los Andes de Cajamarca - Perú” (Lluvia Eds.), de Charles Carton i Alexander Chávez Cabrera, fue otro de los buenos sucesos editoriales del año tanto por la trascendencia del proyecto de forestación como por ser una alternativa al desarrollo socioeconómico de Cajamarca. Por otro lado, de los estudios en etnobotánica salieron dos maravillosos libros: “Mapa de vegetación de Cajamarca. Potencialidad de la vegetación para el uso de plantas medicinales” (Eds. Upagu, MPC & Los Andes-Yanacocha), de Antonio Galán de Mera, Eliana Linares Perea i Juan Montoya Quino; i “Plantas medicinales de los Andes y la Amazonia. La flora mágica y medicinal del norte del Perú” (Ed. de los autores), de Rainer W. Bussmann i Douglas Sharon.


ARTES
En este ramillete de libros destacó el cómic del artista cajamarquino Renato Chávez Pajares, quien ilustró i adaptó el texto “El César Vallejo que yo conocí” (Eds. FEMUNH), de Ciro Alegría, conmemorando los 50 años de la muerte del narrador indigenista. Le siguió, como catálogo de su trayectoria, el libro “Arte en esculturas y murales” (Ed. del autor) del reconocido escultor celendino Miguel Ángel Díaz Dávila (Madd), en el que aspira a describir i compartir sus técnicas con las nuevas generaciones de artistas. Reinhard Seifert realizó una selección personal en “40 pintores peruanos. Una antología comprimida (Veinte pintores difuntos y veinte pintores activos)”, en los que incluyó a los cajamarquinos Sabogal, Urteaga, Bagate, Joan Alfaro, Ever Arrascue i Rojas Medina. Finalmente, como homenaje al centenario de su nacimiento, salió a luz un libro que mereció mejor edición: “Alfredo Rocha Zegarra, peruanista, paisajista e indigenista” (Eds. Gobierno Regional & Ugel Celendín), un desordenado conjunto de textos conmemorativos de autores varios i otros del pintor i periodista celendino.

MONOGRAFÍAS & ENSAYOS
Excelente edición de “Chugur, tierra querida” (Eds. ArteSano), de William Guillén Padilla i Pepe Chávez Tejada, por los contenidos, imágenes e ilustraciones, i porque demostró que es posible unir los esfuerzos de pobladores, autoridades i empresas privadas para fomentar el desarrollo de este paradisíaco distrito de Hualgayoc. “Rastros y sonidos Quteq” (Eds. Mavi), de Juan Oblitas Carrero, es un valioso estudio etnográfico sobre el rescate de las tradiciones musicales de Cutervo a través de la acción educativa. También concitaron el interés de los lectores los libros ganadores en la categoría de ensayo de las dos ediciones del concurso “Vanguardia Regional Cajamarquina” i publicados por el Gobierno Regional: “Esos libros que lees y otros ensayos”, de Carlos Cerdán Moreno, i “Caminando hacia la creatividad”, de Christian Lozano.
Mención aparte para dos libros dedicados a difundir la vida i obra de dos religiosos recordados por la sociedad católica cajamarquina: “R.P. Conrado Mundaca Peralta. Vida y obra. Testimonios”, compilación de Julio Estela Castro; i “El diario del padre Luis Rebaza Neira ofrecido al Señor Jesucristo”, compilación de Juan Manuel Cedrón Plasencia.
De otro lado, a inicios de 2018 apareció el testimonio i denuncia “Conga, cuando Humala y Heredia paralizaron el desarrollo del cinturón de cobre del norte del Perú” (Ed. Cimade), de César Humberto Cabrera, funcionario de Yanacocha, que constituye la versión de la empresa minera i del autor para señalar las responsabilidades de la cuestionada pareja en el desarrollo del proyecto minero. De mucha actualidad también resultó la relación de los hechos de corrupción internacional que ensombrecen al Perú actual detallados en “Operación Lava Jato brasilera y peruana. Crónica de un sistema corrupto institucionalizado” (Lluvia Eds.), brillante estudio de Santiago Chávez Vallejo. La reflexión sobre la construcción del poder popular a través de los proyectos políticos en Cajamarca durante las últimas décadas, particularmente del rol desempeñado por Gregorio Santos, el MAS i Vanguardia Revolucionaria, las luchas por el agua i la tierra, son los temas de “La batalla por Cajamarca. Conflicto social, lucha política y poder popular en Cajamarca” (Eds. Pedro Palana), de César Aliaga Díaz.

LA DECEPCIÓN DEL AÑO
La figura del controvertido escritor i antropólogo cajamarquino Carlos Castaneda, cuya obra “Las enseñanzas de Don Juan” (1968) cumplió 50 años en 2018, ha sido motivo de innumerables trabajos académicos que lo magnifican o denuestan. “La vida secreta de Carlos Castaneda. Antropólogo, brujo, espía, profeta” (Eds. El Ojo Crítico, A Coruna, España), del autodenominado criminólogo e ilusionista gallego Manuel Carvallal, no obstante presentar una detallada i documentada relación de la vida i obra de Castaneda en 600 páginas, incurre en exabruptos como compararlo con el criminal Charles Manson i responsabilizarlo de desapariciones i asesinatos cometidos incluso después de su muerte. Carvallal también insinúa que el cajamarquino era informante de la CIA, cuando se sabe por los documentos desclasificados de esta agencia que fue, contrariamente, investigado por los estadounidenses.
Castaneda no fue brujo, ni espía, ni profeta, pero sí un gran conocedor de las propiedades energizantes de plantas y hongos i creador de una nueva metodología de investigación antropológica. La buena noticia es que se viene preparando una publicación cajamarquina de varios investigadores que responderán a los agravios vertidos en estos años i presentarán una serie de perspectivas inéditas sobre la trascendental figura del cajamarquino.

***
Daniel Sáenz More estudió Lingüística i Literatura en la PUCP. Es licenciado en Educación por la UNC. Actualmente dirige el grupo de estudios “Al Rescate de Caxamarca”. Contacto: dsaenzmore@gmail.com




* Artículo publicado también en la Revista Digital APU N° 7, Cajamarca, enero 2019.


                                                        Para Danna


LÓPEZ se levantó de la mecedora donde había dormido toda la tarde. Corrió hacia el baño, se miró al espejo: vio sus arrugas, su rostro distinto, y resolvió —sin más— que debía regresar a Cozú.

Dos noches antes, había soñado con su infancia, con su casa y con Isabel. En una olla, hervían los higos, la chancaca, el clavo de olor y la canela. Fue un sueño repetido, familiar, un sueño del cual se resistía a despertar, porque entonces su vida era más sencilla: su madre lo bañaba en el río y él silbaba, calato y feliz, las canciones que escuchaba, en amplitud modulada, a través de una radio rectangular marrón.
—Visítalos que han de estar solitos. ¡Ellos te querían tanto! Ve, hijo —le dijo Isabel, la mañana que partió.
El viaje duró catorce horas. López llegó a Cozú por la tarde. A las cuatro y treinta —según el libro de recepción— pagó un cuarto en un pequeño hotel del jirón Piura. Luego se dirigió al cementerio.
En el sueño —le dijo a la policía su esposa—, López había hecho el viaje sin ningún problema: Vestía terno negro, corbata azul y usaba anteojos. Además, llevaba consigo un rosario.
Al atravesar el portón del cementerio, López intercambió unas palabras con el panteonero. Esto sucedió —según un testigo— luego de las cinco y diez, en circunstancias que el panteonero recogía los pétalos que la gente había arrojado a los ataúdes.
Como indicios de lo que le sucedió después a López, se sabe que la mañana que emprendió el viaje de retorno, su esposa cortó rosas blancas y las acomodó al interior de una cajita triangular de cartón.
—Una rosa para cada difunto —le indicó—. Y luego rezas los rosarios.
López planificó rezar dentro de la capilla del cementerio. Luego de conversar con el panteonero —que también fue interrogado—, López debió buscar la capilla.
El panteonero le dijo a la Fiscalía que una semana antes, el viernes —aseguró en su declaración—, el alcalde recién elegido ordenó traer abajo la construcción, pero que no se preocuparan, que sus trabajadores iban a levantar una capilla nueva, una más moderna para las misas de cuerpo presente.
Uno de los trabajadores de la construcción manifestó que, en efecto, ese día —cerca de las cinco y veinte— vio ingresar a un hombre vestido de negro que llevaba rosas blancas, pero que no comentó del asunto con nadie porque creyó ver un fantasma.
Otro trabajador dio más detalles. Dijo que el día de la desaparición de López, todos abandonaron el cementerio a la misma hora —cinco y treinta—, pues el gris que teñía las nubes anunciaba una torrencial lluvia esa tarde.
Las investigaciones no dieron con el paradero de López. Solo se encontraron las rosas blancas. El caso se archivó diez meses después. Pero si quieren saberlo, esto le sucedió realmente a López:
El panteonero le dijo que era tarde para visitar el cementerio, que a partir de esa hora era peligroso, que volviera al día siguiente. López le aseguró que permanecería solamente unos minutos, que por favor le dejara rezar; incluso le mostró las rosas blancas y le habló de su viaje de catorce horas.
El panteonero recurrió al argumento que convencía normalmente a los turistas:
—El ritual de las almas…—dijo, pero López no lo dejó continuar. Le explicó que él había nacido en Cozú y que sabía de memoria todas esas historias porque de niño las había escuchado en casa.
—De noche y con lluvia —le advertía siempre Isabel— los muertos vuelven…
El panteonero no insistió. López se quedó solo.
Frente al problema del hacinamiento, confiaría en su memoria para encontrar los nichos. El ejercicio consistía en ubicar, mentalmente, las coordenadas. Bastaba con aproximarse al perímetro del cementerio. De niño, López había jugado a las escondidas con sus hermanos. Le gustaba ocultarse en los rincones oscuros. Alguna vez se quedó dormido en un nicho, esperando que lo encontraran.
—¡Cuándo me tomarás en serio, mocoso! —le gritó, espantada, Isabel.
Si no estaban en la casa, ella los buscaba en el cementerio. Pero Isabel no vendría por él esta vez. López debía salir por su cuenta.
«Aquí es», dijo una vez que encontró el primer nicho. Debía ser breve. Ubicó las rosas blancas en su lugar y luego rezó, sosteniendo el rosario de la abuela. Antes de cada Padre Nuestro, pedía por el alma del difunto. Luego seguían las avemarías y el gloria Patri.
Y fue que, mientras rezaba en el cuarto nicho, alguien le susurró al oído:
—Es hora, debemos partir…—le dijo.
López tembló.
—No estás solo…—insistió la voz.
Podía olerse la hediondez. Afuera los perros aullaban infinitamente. En pocos minutos saldrían los muertos de sus tumbas, se iniciaría el ritual.
—Debemos partir, López —volvió a decirle la voz, pero esta vez se dirigió a él usando su nombre.
—Te lo agradezco —le dijo al panteonero—: Pensé que eras un alma.
Mientras avanzaban hacia el portón de salida, López pudo escuchar los latidos acelerados de su corazón.
—Tranquilo…
—No te preocupes, estoy bien.
En realidad, López sentía frío. Por eso intentaba adaptar su temperatura corporal a la del ambiente.
—¡Somos valientes, amigo! —repetía—: Todos recordarán esta hazaña. Sabrán que es mentira lo del ritual de las almas.
El panteonero lo escuchaba atento.
Ya un poco más sereno, López dejó de escuchar sus latidos.
—Falta poco… —le dijo el panteonero—. No mires atrás.
Su temperatura siguió disminuyendo.
—Desde hoy —dijo satisfecho— seremos parte de la historia de Cozú.
En eso lo interrumpió el panteonero:
—Al fin llegamos…
López sintió un sudor frío sobre su frente.
—¡Qué dices! —objetó—: ¿No ves que la salida está lejos aún?
—Este es el lugar —insistió el panteonero, con voz entrecortada, mirándolo de frente.
En ese instante, López reconoció a la Muerte en el rostro pálido y huesudo de su acompañante. Justamente, cuando había adaptado su temperatura corporal a la del ambiente.


***
Alfredo Alcalde Huamán (Cajamarca) es profesor de Comunicación, egresado del Instituto Superior Pedagógico Público «Hno. Victorino Elorz Goicoechea» y abogado por la Universidad Nacional de Cajamarca (Perú). Obtuvo, en 2003, los premios «Marca De Agua De Literatura» y los Juegos Florales «Letras de Oro Victorino Elorz». Ha publicado la plaqueta de poesía «Sin paracaídas x 3», en 2015. En 2017, ganó el segundo premio en cuento en el II Concurso Nacional de Cuento y Poesía «Huauco de Oro», con El ritual de las almas.

Entradas antiguas